Descubrir la voz de alguien que no conoce, su timbre, su candidez, sus dejes... es para mì como descubrir la Luna.
Acostumbro a analizar el singular tono de voz que todos tenemos y suponer o ir añadiendo en mi espejo interior las posibles cualidades. Al tiempo y una vez conocida de cerca a la persona en cuestiòn, pocas veces he fallado o descubierto cualidades distintas a la que prejuzgaba al escucharla cuando era desconocida por el telefono.
"Hoy mi voz se hizo valiente.
La saliva se tragó el amargor de todos los años que la quebró, y la mantuvo en un silencio inclemente.
Capaz tan sólo de emitir lamentos como el aullido de los lobos heridos de muerte, como el ladrido de los perros en la oscuridad de la noche.
Hoy mi voz perdió la cobardía de adentrarse por sendas desconocidas.
Se hizo gallarda y exhaló los primeros acordes. Como si de mi guitarra olvidada se tratara, acaricié el do, el mi, el re, mientras mis dedos temblaban ante la emoción de volver a escucharla.
Hoy mi voz vibró de nuevo con todas sus cuerdas vocales. Inundó el aire vacío que respiraba y exhaló golpe a golpe, todas las palabras que mantuvo secuestradas.
Hoy mi voz se atreve a cantar sus penas sin miedo, sin reproches, sin misterios. Hoy mi voz, la misma de siempre, trata de cantar melodías diferentes. Ya no suena hueca.
Hoy vuelvo a llenarla de altos y bajos, de agudos y graves, sin falsas notas que desafinen al contacto de unas con otras."
(Texto de Carmen Jimenez plasmado en su blogs Miradas ìntimas).
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