La situación es surrealista. Los operarios,
envejecidos y descreídos por los golpes recibidos por parte de los
partidos políticos, administraciones y sindicatos «que nos traicionaron»
en estos últimos meses, no saben qué pensar. Solo atinan a enfadarse, a
elevar el tono, a hablar con claridad.
«Si eso acaba por ser verdad, nosotros iremos a la
cárcel antes que Ojeda ¿Cómo nos van a pedir dinero? Que miren mi
cuenta. Yo malvivo con 426 euros. No tengo nada. Que me encierren si
quieren. Qué más me da». Manuel es uno de los más activos en la
conversación. Su malestar es más que evidente. Está agotado de dormir
fuera de casa, pero sobre todo «cansado de las promesas incumplidas de
la Junta, del PSOE y de Izquierda Unida», apunta.
Los exDelphi continúan estos días con su encierro
en el edificio de los sindicatos, en plena Avenida de Andalucía de la
capital. Esta próxima semana comenzarán un nuevo calendario de
movilizaciones para exigir una solución. Unos 500 ex empleados se
quedaron sin cobertura económica de prejubilación ni fueron recolocados.
Fueron los malparados del cierre de la factoría.
«Yo tengo 52 años. Nada más verme ya sé que no me
van a contratar», explica José Ángel, otro extrabajador del encierro,
que reconoce que su desesperación va en aumento. «Seguimos manteniendo
la esperanza pero cada día es más difícil, juegan una y otra vez con
nosotros», lamenta.
La simple hipótesis de que les llegue a casa una
carta de la Inspección de Trabajo en la que se les exija la devolución
de alguna cuantía económica les enerva. «Si eso termina pasando, la
gente estallará. Sería lo último. No aguantamos más», auguran. De
momento, el día a día de los exDelphi continúa monótono, gris, entre
recortes de prensa que hablan de su situación y promesas incumplidas de
la administración regional. «Susanita (por la presidenta de la Junta,
Susana Díaz), tiene que cumplir con lo que prometió».
La última vuelta de tuerca a su situación llega
ahora. Los cursos que recibieron los trabajadores de la multinacional
deslocalizada fueron una tabla de salvación para los políticos. «Pero
para nosotros solo fueron mentiras, nos obligaban a ir y a fichar hasta
con un detector de huellas», recuerdan.
Antonio, otro de los empleados, hace sus cuentas.
«En los primeros cursos nos pagaban 150 euros al mes en concepto de
desplazamiento; en los cursos que nos dieron después, de electricidad,
de soldadura, de mecánica, nos pagaron, pero todos sabíamos que eso era
un chiringuito que habían montado algunos para forrarse», critican.
A los exDelphi no les queda mucho más aguante.
Están dispuestos a lo que sea. «Cometeremos alguna locura, iremos a la
cárcel antes que los que han robado o antes que Ojeda. Sostienen que
todo el proceso negociador para el cierre fue una pantomima. «Todos
los que estuvieron en esas reuniones tienen hoy las espaldas bien
cubiertas», aseguran. Se sienten engañados. «Allí mangaron mucho
dinero», zanja otro trabajador la conversación antes de encender un
cigarrillo y suspirar profundamente. Los trabajadores están a punto de
estallar. Su paciencia se ha agotado.
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